jueves, 22 de agosto de 2013

Pues te voy a decir una cosa....


Esa tan pronunciada frase sobretodo en lugares de reconocida cultura, esos ateneos, centros de cultura popular donde hombres y mujeres de todas las clases y colores se reunen para reflexionar y compartir sus preocupaciones. Esos espacios de diálogo donde se reunen los maestros con los alumnos y comparten las técnicas más refinadas a la vez que útiles, colaborando así en hacer aún más rica, si cabe, la cultura del gimnasio.
Estaba yo, hará ya algún verano en uno de esos ateneos más que por culturalizarme, por distraerme de las largas y calurosas jornadas laborales de verano. Allí no pasaba desapercibida la cultura abundante que frecuentaba tal lugar. A diferencia de la universidad en el gimansio se diferencia a simple vista quien és el genio y quien el novato.
No hará falta decir que el novato era yo, justo aprendía el abecedario y descubría el maravilloso mundo de las letras, mientras observaba todos aquellos i aquellas artistas cómo bailavan de una máquina a otra, como una pianista que intercala teclas haciendo sonar una melodía. Era abrumador, tanto que a duras penas podía intentar comprenderlo.

Recuerdo en un momento, estaba yo sentado, descubriendo una de esas extrañas piezas cuando delante mio dos respetables miembros de la congregación dialogavan tranquilamente y repetían melodicamente una y otra vez, unas mancuernas que a duras penas podía yo coger.

No esperaran que reproduzca conversación de tan alto nivel, pues no la recordaría por completo y seguramente por no comprender el fondo, no sabría exponerla.

Recuerdo eso sí, un momento clave.
Uno de ellos dejó de mirar hacía el espejo donde ambos se reflejaba, dejó la mancuerna en el suelo, se secó las manos con la toalla, luego el cuello, la frente... un pequeño silencio.

Entonces pronunció:
"Pues te voy a decir una cosa..."

Los segundos que siguieron a tal dicha, fueron interminables, aquellos segundos se convertian en horas, la melodía de aquellos artistas parecía haber parado de golpe, la tensión entre los dos maestros era evidente.
Yo fijaba la vista y el oído en la boca de aquel gran maestro esperando descifrar antes de que sus labios pronunciasen la que parecía ser la panacea de la humanidad.

No podía dejar de pensar en aquello que en breve iba a ser desvelado, notaba el corazón en el pecho retumbando, las gotas de sudor cayendo lentamente pero yo permanecía inmovil esperando la gran cita.
De la misma forma parecía encontrarse el colega de tertulia.

Fue entonces cuando sentenció:

"... yo me acuesto con un cuerpo y si luego la chica es inteligente, premio! te ha tocado el acumulado!"


Y así dia a dia nacen nuevos y grandes genios de la cultura de éste, su país.